viernes, 18 de abril de 2008

¡ AL FIN SOY ESPAÑOL !

Hoy tras una rica cerveza, escuché como un apesadumbrado abogado describía su intervención, de oficio, ante el juez, defendiendo un caso en sustitución de un compañero letrado conocedor de los hechos y con imposibilidad de asistir a la sesión. La cuestión, trataba de falsedad documental y suplantación de personalidad, y así lo relataba: "Mi defendido, de nacionalidad extranjera, intentó varias veces obtener el permiso para conducir vehículos en España siendo incapaz de conseguirlo. En indeterminado momento, acudió a una gestoría que le ofreció homologar la licencia de su país a la española, valedera para toda Europa. El hombre cumplió con toda la documentación solicitada; abono los honorarios solicitados y obtuvo la licencia. Transcurridos cinco años, la fecha de caducidad de la licencia, solicitó, como tramite normal, ante la Dirección General de Trafico, la renovación de su licencia...y aquí dio comienzo su tragedia: al paso de los meses la Guardia Civil se presentó en su domicilio, del que estaba ausente por motivos de trabajo, y poco tiempo después fue detenido y puesto a disposición del Juez que lo envio a prision por falsificar su licencia de conducir. El juez no quiso escuchar sus alegaciones, no le atendio cuando clamaba que jamas la había usado, que ni tan siquiera tenia coche". No pude contenerme, clame, sin pudor, ¡que cabronada! y el abogado me respondió: "con otras palabras me dirigí a su señoría, señalándole que no puede ser posible que quien falsifica una licencia, suplanta una personalidad, acuda a la autoridad para renovarla; sin duda mi defendido fue totalmente engañado. Su señoría lo entendió y mi defendido resulto absuelto. Salimos de la Audiencia sin que él pudiera creerse en libertad; fuimos al café para reanimarnos y congratularnos por el éxito de ambos. Al despedirnos me dio mil gracias gritando con jubilo ¡al fin soy español!" La verdad es que no puedo asegurar la certeza de los hechos pero lo acontecido, soñarlo no lo soñé... y abandoné el lugar sin dejar de preguntarme: ¿Tendré que dejar la cerveza?

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